
¿Alguna vez has estado con tu pareja en la cama… mientras tu mente estaba con otra persona? Puede que no sepas cómo se llama, pero lo has vivido: alorgasmia. Un término poco conocido que define una experiencia mucho más común de lo que parece, y que plantea una pregunta clave: ¿estás explorando tu deseo o estás evadiendo tu presente?
La alorgasmia es un fenómeno psicológico que se refiere a fantasear con otra persona mientras se mantienen relaciones sexuales con la pareja actual. No se trata de infidelidad física, ni de falta de deseo por la persona con la que estás, sino de una estrategia —consciente o inconsciente— para activar o intensificar el deseo sexual.
Visualizar otro cuerpo, otro rostro o incluso otro contexto durante el acto sexual puede actuar como un amplificador de la excitación. Es una forma de canalizar el deseo a través de la imaginación, algo completamente humano y, en muchos casos, funcional.
La fantasía erótica no te desconecta necesariamente del momento presente. Al contrario: puede ser una vía para reconectarte con tu cuerpo, intensificar la experiencia y ampliar el placer.
Desde el punto de vista clínico, la fantasía sexual es una de las herramientas más poderosas del deseo. Es la forma en la que la mente da forma y profundidad a los estímulos sexuales. No es una amenaza para la vida íntima, sino una extensión natural del deseo, una forma de construir la experiencia desde dentro.
Las imágenes mentales, los recuerdos, las ideas que construimos mientras mantenemos relaciones sexuales no anulan el presente; lo enriquecen. Fantasear, en muchos casos, es una forma de estar más presente, más conectado con lo que se siente, aunque esa conexión venga mediada por la imaginación.
Ahora bien, la alorgasmia —como cualquier otro recurso psicológico— puede ser un aliado o una trampa. La diferencia no está en el contenido de la fantasía, sino en la rigidez con la que se necesita para alcanzar la excitación o el orgasmo.
Si fantasear con otra persona es la única forma de disfrutar del sexo, o si aparece una incomodidad constante al no poder “salir de la escena mental”, puede estar indicando una dificultad en la conexión con la pareja o incluso con uno mismo.
La fantasía deja de ser herramienta y empieza a ser obstáculo cuando se convierte en la única vía posible para sentir placer. Ahí es donde conviene mirar más allá.
No todas las fantasías sexuales son iguales, ni todas suponen un problema. Algunas se consideran atípicas por su contenido o por salirse de lo más habitual, pero eso no implica que sean patológicas.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) diferencia entre:
Parafilias: intereses sexuales inusuales que no causan daño ni malestar clínico.
Trastornos parafílicos: cuando esas fantasías o conductas generan sufrimiento, interfieren en la vida diaria o implican daño a otras personas.
Entre los trastornos parafílicos reconocidos se encuentran el voyeurismo, el exhibicionismo, el frotteurismo, el sadismo, el masoquismo, el fetichismo, la pedofilia o el travestismo con finalidad exclusivamente sexual.
Pero la clave, una vez más, no está solo en el contenido de la fantasía, sino en cómo se vive: si genera malestar, si se vuelve una necesidad inamovible o si afecta la relación con los demás.
Fantasías tenemos todos. Son parte del desarrollo de nuestra sexualidad desde la adolescencia, y en muchos casos, nos ayudan a explorar, descubrir y conectar con partes de nosotros que no siempre se expresan en lo cotidiano.
El problema aparece cuando hay una dependencia rígida de ciertos escenarios mentales, una especie de “escapismo erótico” que impide experimentar placer si no se dan esas condiciones imaginadas.
A nivel clínico, lo que más observamos no es tanto la presencia de fantasías atípicas, sino la incapacidad de vivir el deseo con flexibilidad, espontaneidad y presencia.
Si la fantasía sexual enriquece tu experiencia y se integra de forma natural en la relación con tu pareja, no hay ningún motivo para no disfrutarla.
Pero si notás que el deseo sexual depende exclusivamente de esa fantasía, que te cuesta conectar con tu pareja si no recurrís a ella, o que empieza a generarte angustia, puede ser útil consultar con un profesional especializado en sexología clínica.
Desde un enfoque terapéutico serio y empático, es posible revisar estas dinámicas, entender su origen y recuperar una vivencia sexual más flexible, auténtica y conectada con tu realidad emocional.
Porque en el fondo, lo importante no es lo que imaginás, sino cómo usás esa imaginación para construir una sexualidad más libre y plena.
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