Uno de los temas que me apasiona profundamente, y al que he dedicado gran parte de mi carrera, es el de las relaciones humanas: románticas, íntimas, familiares, sociales o laborales. Desde una perspectiva profesional, considero este ámbito tan poderoso como delicado, pues nuestras relaciones pueden ser fuente de fortaleza y plenitud o, en otros momentos, arrastrarnos a profundas crisis emocionales.

En mi consulta he sido testigo de patrones que revelan la complejidad de los vínculos: desesperación, soledad incluso en compañía, falta de contacto físico, desdén y, en algunos casos, violencia. Con años de experiencia y el privilegio de aprender junto a grandes expertos, he comprendido que trabajar con las relaciones es uno de los mayores desafíos profesionales, un camino que exige sensibilidad, profundidad y un compromiso genuino.

Antes de poder acompañar a otros como terapeuta de pareja y sexóloga, tuve que aplicar estos aprendizajes en mi propia vida. Descubrí que la relación más importante es la que tenemos con nosotros mismos: cuando esa base es sólida, muchas de las dificultades externas empiezan a resolverse de manera natural.

Mi propia experiencia —incluido un matrimonio intercultural— despertó en mí un interés particular por cómo la cultura y la comunicación influyen en la vida íntima. Diferencias de idioma, tradiciones, roles de género o aprendizajes de la infancia moldean la forma en que amamos y nos vinculamos, reflejándose inevitablemente en la sexualidad.

Hoy centro mi trabajo en tres áreas clave: terapia de pareja, terapia sexual de pareja y el abordaje de problemas sexuales. Mi objetivo es ofrecer un espacio seguro y profesional, donde cada pareja pueda transformar los conflictos en oportunidades de conexión, crecimiento y una intimidad más plena y consciente.