
El Trastorno de Atracones (TA) es mucho más que “comer de más”. Se trata de un trastorno alimentario reconocido clínicamente, incluido en el DSM-5 bajo el código 307.51 (F50.8), y afecta a casi el 2 % de la población mundial. Además de su impacto emocional, puede asociarse con problemas físicos graves como obesidad, colesterol alto, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Las personas que lo padecen no buscan simplemente comer; suelen intentar calmar ansiedad, estrés, depresión u otros conflictos emocionales profundos. Por eso, el abordaje más eficaz no se limita a la dieta, sino que implica psicología clínica y terapias especializadas.
El TA se caracteriza por episodios recurrentes de ingesta excesiva en poco tiempo, incluso sin hambre física. Muchas veces el detonante es el estrés emocional, que produce un alivio momentáneo, seguido de sentimientos de culpa, vergüenza y pérdida de control.
Para diagnosticar un TA, un profesional debe encontrar al menos tres de estos síntomas:
Comer mucho más rápido de lo habitual
Comer hasta sentir malestar físico
Ingerir grandes cantidades sin hambre real
Comer a escondidas por vergüenza
Sentirse infeliz, ansioso o avergonzado tras los episodios
Estos episodios no son “pecados” ni falta de voluntad: son el reflejo de un trastorno de la conducta alimentaria que necesita comprensión y tratamiento.
Aunque no hay una causa única, la investigación ha identificado varios factores de riesgo:
Genética: predisposición hereditaria y mayor sensibilidad a la dopamina, el neurotransmisor del placer.
Género: más frecuente en mujeres que en hombres.
Cambios cerebrales: alteraciones en los circuitos de autocontrol y recompensa.
Peso corporal: hasta el 50 % de quienes tienen TA también presentan obesidad; entre el 25 % y el 50 % de los pacientes bariátricos cumplen criterios diagnósticos.
Imagen corporal negativa: ciclos de dietas restrictivas, insatisfacción y atracones.
Comer compulsivo desde la infancia: antecedentes de ingesta impulsiva.
Trauma emocional: abuso, pérdidas, separaciones, acoso infantil relacionado con el peso.
Problemas psicológicos asociados: cerca del 80 % presenta ansiedad, depresión, fobias, TEPT, trastorno bipolar o abuso de sustancias.
El diagnóstico requiere que los episodios sean al menos una vez por semana durante tres meses. A diferencia de la bulimia, no hay conductas compensatorias como vómitos o laxantes.
El TA aumenta significativamente el riesgo de:
Obesidad y complicaciones metabólicas: diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardíacas, ciertos cánceres.
Problemas para dormir, dolor crónico, asma, síndrome del intestino irritable.
En mujeres: infertilidad, complicaciones en el embarazo, síndrome de ovario poliquístico.
Deterioro de la calidad de vida, aislamiento social y baja autoestima.
El abordaje más eficaz es multidisciplinar y basado en la evidencia científica:
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): identifica y modifica patrones emocionales y conductuales que provocan atracones.
Terapia Interpersonal (TIP): trabaja conflictos personales y relacionales que mantienen el trastorno.
Terapia Dialéctica Conductual (DBT): enseña a regular emociones y usar mindfulness para prevenir episodios.
Intervención médica: en algunos casos, antidepresivos, antiepilépticos, fármacos para la diabetes o supresores del apetito (siempre bajo control médico).
Aunque el tratamiento profesional es clave, hay prácticas que ayudan:
Llevar un registro de alimentos y emociones
Priorizar alimentos nutritivos
Practicar atención plena
Incorporar actividad física moderada
Dormir adecuadamente
Contar con apoyo emocional confiable