
El término fetiche se utiliza para referirse a un objeto inanimado capaz de generar excitación sexual.
La sexualidad es una dimensión íntima y profundamente individual del ser humano. La mayoría de las personas experimentan deseos o impulsos sexuales de forma habitual, y estos pueden manifestarse de maneras diversas, incluyendo la presencia de un fetiche o la atracción hacia partes del cuerpo que no son los genitales.
Tener un fetiche no implica necesariamente la existencia de un problema. De hecho, muchos fetiches forman parte de prácticas sexuales consensuadas y saludables. Por ejemplo, alguien puede pedir a su pareja que use ropa de cuero o utilizar una media de seda durante la masturbación. En ocasiones, integrar un fetiche puede añadir variedad y un componente erótico especial a la experiencia sexual.
Existe la creencia errónea de que los fetiches o las prácticas no convencionales son inmorales o están relacionadas con perversiones. Actualmente, se estima que aproximadamente una de cada seis personas tiene algún tipo de fetiche, y la mayoría lo vive de manera consensuada y sin consecuencias negativas.
Por tanto, un fetiche solo se considera problemático cuando genera ansiedad, deterioro significativo en la vida diaria o existe riesgo de causar daño a uno mismo o a otros.
El trastorno fetichista se define como el uso persistente de objetos inanimados o partes no genitales del cuerpo para obtener excitación sexual hasta el punto de interferir en la vida personal, social o laboral.
Cuando el fetiche domina la vida de la persona, es necesario para lograr excitación sexual y provoca angustia al no poder acceder a él, o afecta a las relaciones afectivas o de pareja, podría estar desarrollándose un trastorno fetichista.
Aunque es más frecuente en hombres, también puede darse en mujeres. Los primeros signos suelen aparecer en la adolescencia, coincidiendo con el despertar sexual.
El objeto o parte del cuerpo puede convertirse en fuente principal de excitación sexual, ya sea al tocarlo, olerlo, visualizarlo o fantasmatizar con él.
Los signos más comunes incluyen:
Excitación sexual intensa vinculada a objetos no sexuales o partes del cuerpo no genitales (como los pies).
Fantasías o impulsos recurrentes y persistentes relacionados con el fetiche.
Sentimientos de ansiedad, culpa o vergüenza asociados al deseo.
Impacto negativo en la vida cotidiana, relaciones o desempeño laboral.
Uso del fetiche como vía de alivio frente al estrés o la ansiedad, generando dependencia emocional.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) establece que el trastorno fetichista se diagnostica cuando:
Existe un deseo sexual recurrente e intenso hacia un objeto inanimado o parte no genital del cuerpo.
Las fantasías o impulsos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro funcional.
Estos patrones se mantienen durante más de 6 meses.
No se explica por un trastorno de travestismo.
No se incluyen juguetes sexuales o elementos de estimulación utilizados de manera consensuada en la práctica erótica.
Los trastornos parafílicos engloban deseos, impulsos o comportamientos sexuales persistentes e intensos que involucran objetos, situaciones o actividades atípicas y que pueden ser dañinas para uno mismo o para terceros. Es decir, un fetiche puede convertirse en trastorno cuando provoca daño o interfiere en el bienestar de la persona o de los demás.
El trastorno fetichista es uno de los ocho trastornos parafílicos recogidos en el DSM-5. Todos ellos comparten que las fantasías o impulsos generan deterioro o daño.
Los siete trastornos parafílicos adicionales son:
Exhibicionismo: exposición de los genitales a desconocidos.
Masoquismo sexual: excitación mediante el sufrimiento físico o humillación propios.
Sadismo sexual: excitación al infligir dolor o humillación a otros.
Travestismo compulsivo: uso de ropa del sexo opuesto con fines de excitación sexual que causa malestar significativo.
Frotteurismo: frotar o tocar a otra persona sin su consentimiento.
Pedofilia: atracción sexual hacia menores.
Voyerismo: observar a personas sin su consentimiento mientras están desnudas, desvisténdose o manteniendo actividad sexual.
El trastorno fetichista es altamente tratable. Sin intervención, puede evolucionar hacia comportamientos perjudiciales o hacia una relación conflictiva con la propia sexualidad. El principal obstáculo suele ser la vergüenza que impide pedir ayuda.
Con tratamiento adecuado, los síntomas pueden gestionarse e incluso remitir. La intervención debe estar a cargo de profesionales especializados en sexología clínica y salud mental.
Los enfoques más habituales incluyen:
Un/a especialista explora la historia sexual y emocional del paciente, identifica factores que favorecen el trastorno y trabaja en estrategias de regulación, autoconocimiento y gestión del deseo.
Pueden realizarse evaluaciones complementarias para descartar trastornos del estado de ánimo, impulsividad o hipersexualidad.
La TCC ayuda a reducir la intensidad de los impulsos, resignificar pensamientos distorsionados y modular el comportamiento sexual, especialmente si el fetiche genera deterioro o malestar.
Incluye técnicas como:
reestructuración cognitiva
regulación emocional
control de estímulos
desarrollo de hábitos alternativos saludables
En casos severos, puede considerarse el apoyo farmacológico para disminuir impulsos sexuales intensos. Sin embargo, la medicación no aborda el origen del problema, por lo que suele combinarse con psicoterapia.
Tener un fetiche forma parte del amplio espectro de una sexualidad saludable. Pero si interfiere en tu bienestar, en tus relaciones o te provoca angustia, es recomendable consultar con un profesional de la salud mental especializado en sexología clínica.
La sexología clínica se encarga de evaluar, diagnosticar y tratar dificultades y disfunciones relacionadas con la sexualidad. Solo profesionales formados específicamente en este campo pueden abordar estas cuestiones con profundidad y sin prejuicios.
Buscar ayuda no significa que haya algo «malo» en uno mismo; significa que deseas vivir tu sexualidad de manera más libre, equilibrada y saludable.





